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23 diciembre 2017

Estupideces sobre mi primera vuelta


Consideraciones previas 1
El suelo de la estación de Atocha está sucio, pero no importa, es un buen sitio para sentarse. [Madre mía, que no, que no escribo solo cuando estoy sentada en el suelo, es coincidencia]. Después de cargar con una maleta que pesaba un quintal y con una mochila que también estaba llena y pesaba tres cuartos de quintal, vi el suelo como una buena opción, quizás mejorable, pero ya lo tenía todo planeado. Con previsión, había comprado algo que tomar por el camino. Menos mal que el sandwich radiactivo de la máquina del trabajo estaba todavía fresco cuando lo saqué de la mochila. El Kinder Bueno no lo estaba tanto, pero estaba bueno. 

Consideraciones previas 2
Dejé el suelo sucio y bajé al inframundo, lugar en el que las masas de gente esperaban con más o menos ansia para coger la vía de su tren. Hablé con una chica de Jaén que trabajaba en Bruselas, que más tarde se encontró con un montón de amigos guays (de Jaén también) que parecían haberse criado en el mismo club elitista. También hablé con un hombre que trabajaba en una aerolínea (no me desveló cuál) y me dijo que no me gustaría saber lo que hacen en las bodegas de los aviones con las maletas. 

Acción
Me monté en mi tren. Encontré el vagón y mi asiento. Nadie se dignó a ayudarme a subir la maleta (que pesaba un quintal) al maletero de arriba. Todo el mundo se hizo el loco. Pregunté: "¿Alguien me ayuda?". Yo no podía subirla. Daba igual, tanto hombres, como mujeres pasaron de mí. Hasta que un chico, con un collar con una púa metálica, se apiadó de mi alma. [Gracias ;-)] Que la gente pasara, tristemente, me pareció predecible. Por lo que no pude evitar sentir sorpresa fue cuando a los diez minutos de estar montada en el tren encontré dos enchufes en mi asiento. También me llamó mucho la atención ver a una señora de unos ochenta años llevar un jersey de la marca Rottweiler.