Estoy sentada en un banco de un parque,
mientras miro el móvil y escucho la radio en segundo plano. Delante tengo un
tobogán que está anclado a un suelo que protege a los niños de las caídas, de
esos suelos creados con pequeñas partes de neumáticos. Mi banco es de hierro y
está templado. No arde ni está frío. Estoy en una zona de un parque, que
también es una plaza, y corre una brisilla. Hay tres niñas. Una de ellas está
sentada en un aparato del parque. No sé el nombre de la atracción, pero sé que
yo de pequeña me caí de una de esas. Las otras dos están en un subibaja. Hay
también un niño. Es el más pequeño de todos, o eso diría yo por su altura. Las
niñas a veces juegan con él. La del aparato sin determinar acaba de subir al tobogán
por la rampa, no por las escaleras. No hay columpios. Mi banco ya no está
vacío. Ahora se sienta un señor en el otro extremo. Llegan más niños. Ahora una
niña se balancea sola en el subibaja.
"Hace un airecico bueno..."
"A ver si te caes..."
Suben al más pequeño para compensar. No
compensa. Se sube otra niña para equilibrar. Se baja la que estaba sola. La
niña queda desequilibrada. Ahora hay un bebé que ni anda.
"Se va a caer..."
"Qué fresquico hace..."
"¿Han terminado ya los
colegios?"
El abuelo, supongo que es el abuelo,
coge al bebé y se sienta entre el otro hombre y yo. Somos cuatro. Resulta que el
bebé es primo de otro de los niños y ahora acaba de llegar su padre. Dice que
el viernes por la tarde no trabaja y se lleva al bebé, que se ha comido una
magdalena y un yogur. No sé cómo no se ha atragantado. Vale, parece que no era
el padre, era su nieto del hombre, y ese nieto tiene un hijo. Ah, pues era el
padre. Alejandro es su primo, tiene cinco años y su abuelo no entiende cómo
tiene esas piernas con lo pequeño que es. El hombre no sabe qué tipo de primo
es, sabe que es familia. Llega una señora con un perro pequeño. Muy pequeño y
jadea raro, arrítmicamente, y tose. En el banco no entran.
"Te vas a caer, Alejandro..."
"No, lo habrá hecho más de una
vez..."
*
"Está resfriado. Se ve que ha
dormido con la ventana abierta…"
"Se te ha caído la correa, vete con
tu ama..."
Miro al perro y tiene un ojo del color
de una perla. Le brilla y sigue tosiendo. La dueña se llama Maruja y me
pregunta si le puedo ayudar con una cosa del móvil. Su código PIN es el 2345.
Prueba dos veces. Incorrecto. Su código PIN es el 2354. No funciona. Ahora le
pide el código PUK. Lo tiene apuntado en una libreta en su casa. Dice que su
hija ha pasado antes por la plaza y que no la ha visto. El hombre de en medio
se va con Alejandro. Maruja cree que ha visto a su hija y grita su nombre,
Inmaculada. Se levanta de su sitio y va a por una mujer, que ni la conoce. Se
sienta en el sitio que ha dejado el hombre que se ha ido con Alejandro. El
perro tiene problemas de tráquea y tiene 70 años. Está mayor. Maruja le dice
que se siente en el banco. Ahora estamos el primer señor que se sentó y nunca
se levantó, Maruja, Perla y yo.
"Hoy ha entrado el verano..."
"Mañana es San Juan, ya empieza a
menguar..."
El perro se va. Se conoce todo. Se quedó
ciego estando por el parque. El hombre malmete y dice que se nota ya que es
mayor.
"Ya viene mi Chiqui... ¿De dónde
viene mi chiquitín?"
*
"¡Chiqui! Me haces las piernas
migas..."
Maruja estuvo ayer todo el día en la
residencia. Se queja de que va toda marcada. No lo había dicho, pero su vestido
(por encima de la rodilla) es de color negro y tiene un estampado de flores
parecido a mi camiseta favorita. Perla se coloca entre el hombre y Maruja. No
para.
"No sé cómo está ya en este mundo,
porque le han dado ya dos infartos, se ha quedado ciego..."
*
"Dice que le han dado dos infartos,
que no sabe cómo esta vivo... A ese perro le queda poco... Y encima coge una
bolsa de Doritos de la papelera para recoger una caca que acaba de dejar en el
paseo…”
*
"Ay, Marujita, ese perro está mayor,
tiene los dos ojicos ‘estropeaos’..."
"Uno lo tiene cerrado, pero el
otro..."
"Aquí se está de maravilla, aunque
el asiento está un poco duro..."
"Sí, se está muy bien..."
"Sí, se está muy bien..."
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