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20 agosto 2016

Armonía indeterminada

Nebulosa también se cayó de la nube número nueve:

Estaba acostada 
con los ojos abiertos 
escuchaba una música que tenía el volumen muy fuerte. 
Con los ojos abiertos. 
Nebulosa no oía nada más. 
Esa canción tétrica en la que el xilófono era lo único que destacaba. 

En aquella nube el arte tenía significado. Sobre el colchón de muelles, el arte no sucedía con el gerundio. Nebulosa está siempre dormida y obsesionada por no estarlo. Esa habitación en la que vive ahora no es suave ni fresca. No se transforma en agua. Es cemento pintado de blanco.

Hay un reloj que tiene unas agujas muy largas. Repiquetea. Hace ruido, pero no lo oye. Su sonido lo tapan los instrumentos al compás de los segundos. No hay puertas ni ventanas. No hay ni un armario ni un escritorio. No hay estanterías, pero sí una mesilla de noche con dos cajones: el primero tiene una cerradura y no hay llave. La pared está intacta, no hay cuadros colgando y Nebulosa odia que su voz reverbere. 

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