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06 marzo 2016

Evaporación

Times Square y Union Square, Manhattan, Nueva York
3 de febrero de 2016

Tengo la mochila húmeda, aún no está empapada, el chaquetón tampoco, pero intuyo que poco les falta. Me resguardo en una tienda de ropa en Times Square, en el último piso, donde hay una cristalera desde la que puedo claramente ver cómo llueve y también hay un sitio raro donde poder sentarse. Es como una superficie circular de color plateado que parece acolchado desde fuera y cuando la rozas descubres que es plástico duro con apariencia de material mullido bien conseguido. [Desde dentro, sentada, se ve que todos los de fuera tienen tienen mucha prisa. La gente tiene mucha prisa. Las personas andan rápido, se chocan unas con otras por llegar antes, supongo. Algunas llevan paraguas y otras no]. Paso ahí un buen rato, pienso sobre el tiempo, y me quedo con estas dos acepciones, la 9 y la 12:

9. m. Espacio de tiempo disponible para la realización de algo
12. m. Estado atmosférico
  
***

Sigo mi camino y sigue la maldita lluvia. Cojo la letra R y llego a Union Square por la salida de metro que se encuentra más lejos a la librería a la que quería ir. ¡Perfecto! (?) Sigue lloviendo, a pesar de que he pasado más de 30 minutos en el metro. Sigue lloviendo y la capucha de mi abrigo ha absorbido toda el agua posible y empieza a calar en mi gorro. Llego a mi segunda guarida y hago lo mismo: miro con detalle casi todo, en este caso las estanterías de los tres pisos del establecimiento, hasta que llego a la pared más alejada con respecto a la de la entrada de referencia en el último piso. Ahí me encuentro con dos personas más leyendo. Una está apoyada en la ventana con la planta del pie derecho tocando la pared y la otra está sentada sobre la moqueta. Llega otra persona más, que enciende su ordenador portátil y empieza a teclear. También se sienta en el suelo. Pasan 34 minutos y llega otra persona, la cuarta, un encargado de la tienda, y nos dice a todos que hay sillas para “nosotros” en la zona más cercana a las escaleras mecánicas.

Yo había inspeccionado toda la tienda y no había visto esas sillas. Definitivamente, no era la única persona extrañada, porque supongo que las otras tres tampoco las habrían visto. No sabría contar cuantas sillas negras había en esa zona. ¿Más de 50? ¿Más de 100? Todas las personas que estaban ahí sentadas, más de 15, estaban secas. Yo llevaba más de una hora en la librería y todavía estaba tenía la ropa calada. Dejé mis cosas en una silla de esas de plástico negro (en una de las que estaban vacías) y me fui a mirar por la ventana al sitio en el que estaba antes.

Comprobé que seguía lloviendo.
Lo supe porque en la oscuridad
las farolas iluminaban las gotas.

Volví a mi sitio después de confirmarlo
y ese auditorio improvisado estaba vacío.
Mi mochila y mi chaquetón habían desaparecido
y yo estaba seca.

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