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12 julio 2015

Maldita máquina

Esto es real. Me compré un ordenador hace dos años y en un principio funcionó mal. Creo que lo siguiente que voy a contar no tuvo nada que ver. En serio. Nada que ver. Un día, a los pocos meses de estar custodiándolo, lo llevaba en la mochila, de camino a la universidad, junto con una carpeta, un par de libretas y una botella de agua. Eran las tres o las cuatro de la tarde cuando llegué a clase y me di cuenta de que la tela estaba chorreando. Abrí las cremalleras, y lo primero que saqué fue el ordenador. Estaba ardiendo. Las libertas y las carpetas daban igual: estaban húmedas y se podían secar, a pesar de que su material se ondulara un poco por el efecto del agua. Sí, no había cerrado bien la botella de agua con sabor a limón recargada con agua del grifo.

Mi portátil quemaba envuelto en una carcasa rígida de plástico nueva de color azul, que compré para que no se rayara. Este instrumento se ajustaba perfectamente a la forma del aparato, y consecuentemente, resultaba muy complicado desencajarlo. Un compañero me ayudó y la quitó. El portátil seguía ardiendo. En conserjería no había ningún destornillador que tuviera las muecas para sus tornillos. Otro compañero presionó el botón que lo encendía y consiguió que no quemara tanto. Vamos, que lo apagó. Terminaron las clases de ese día y fui directa al supermercado para comprar arroz. Rellené con este cereal una caja con la base de cartón, las aristas de metal y las paredes de tela. Bañé el ordenador en este contenido, supuestamente absorbente, durante una semana, creo recordar, y funcionó a la perfección hasta el día de hoy. Esto no es real. 

***

Pasados los dos veranos (tiempo más que prudencial) decidí desinstalarlo todo, borrar toda la información que tenía y pasar a un software más moderno. Supongo que perdí alguna información, pero no me importaba ya, porque no iba bien. Tras horas guardando los documentos en discos duros, formateando y adaptando el nuevo sistema operativo el portátil funcionaba perfectamente. Estaba demasiado sorprendida y contenta durante diez días exactos. Por eso me planteaba que por qué no lo había hecho antes. Hoy decidí abrir el procesador de textos para escribir esto mismo, para expresar mi “felicidad”. Intenté guardar una versión previa a la final y el ordenador enloqueció. No respondió y se perdió todo. 

Esto es real.