Ahora mismo tengo entre la pantalla del ordenador y mi cuerpo una botella de litro y medio de té que he
preparado. Está un poco frío, pero no lo suficiente como para estar bueno. Estoy
cansada y tengo una maleta abierta detrás de mí. Tengo muchas cosas que
empaquetar y muchos botes son de vidrio. Me queda poca ropa para poder
envolverlos y que no se rompan durante el viaje.
Tengo la cama deshecha y ya es de noche. Tengo la puerta de
la habitación cerrada, no he cumplido lo que me planteé. A día de hoy me quedan
pocas páginas para acabar el libro que también me propuse leer. He estado en
Francia, en Luxemburgo, en Marruecos, en Italia, en Holanda y en Alemania. Me
lo he pasado bien. Solamente bien. Quería haber podido avanzar en la lectura,
pero los viajes han sido casi todos muy tarde por la noche o muy temprano por
la mañana. Mi cojín de Ikea ha visitado muchos lugares y se ha apoyado en
muchos cristales y respaldos. Mi libro tiene las puntas dobladas. Me han roto
la maleta y no me he enfadado. Lo he dejado pasar. He hecho muchas fotos, la
mayoría estúpidas. Me han hecho quizás más fotos aún que las que yo he hecho.
He dormido en camas desconocidas. He compartido baño con otra gente que a saber
de dónde venía. He intentado gastar lo menos posible, pero no ha sido posible.
He disfrutado con gente que hace menos de un año no conocía.
He apretado esos lazos y creo que ya tienen un nudo. Estoy contenta por ello. He hablado mucho en inglés para acabar hablando peor que al principio.
Actualmente noto cómo mi cerebro intenta ajustarse a los movimientos resultantes
que se han producido en él. He perdido a un amigo. Me he tirado horas maldiciendo el funcionamiento de Skype. Creo que con todo lo que he escrito en esa caja de texto tengo para
aproximadamente cinco Biblias y con todo la cámara me ha retransmitido tengo
para siglos de telediarios. He aprendido a editar los fallos ortotipográficos de
las conversaciones que tengo sin tener que poner un asterisco. He escrito un
trabajo para poder terminar el grado. He perdido las ganas muchas veces y las
he recuperado en el mismo número de veces menos uno.
Todavía puedo mirar por la ventana y ver ese césped verde,
que en invierno fue algún día blanco pero sin nieve. Todavía puedo caminar durante siete minutos para llegar a la universidad
que me ha salvado. Me aficioné a comer en la
mensa y lo deje de hacer con más esfuerzo que el que me costó acostumbrarme a
ella. Perdí mi USB y lo recuperé. Un día me rompieron mi candado de la taquilla
para poder recuperar todo lo que guardaba en ella. Al día siguiente me di cuenta de que volví a
perder el USB y ya no lo recuperé. Aprendí a moverme por esa biblioteca tan enorme
y también por esos pasillos que interconectan todos los edificios. Me volví
loca por los objetos de plástico (sobre todo si sirven para almacenar líquidos),
por las sopas, el pepino, el pimiento, la cebolla, el arroz, el atún, la
mermelada de fresa, las tortillas de un huevo, el speisequark y el maíz. No
importando el orden.
Pasé frío en mi habitación algunas veces. Puse algunos
posters en las paredes. He roto la base de un plafón y todavía no sé cómo
repararla. Una loca nos llamó a la puerta y por poco morimos de un infarto. He
participado en un proyecto europeo con niños salvajes pasivos y adorables
activos. He salido por la noche y he tenido que pedir un taxi tras ir y venir a
la misma parada de autobús pensando que iba a parar en algún momento. Una de
las primeras cosas que hice fue comprar un teléfono móvil y devolverlo. Me
costó saber cómo instalar internet en este ordenador y gasté 40 € comprando un
puñado de megabytes. Empecé a seguir una serie. Escribí unas cuantas postales
pero no recibí ninguna. Fui a buscar un paquete que pedí en una papelería
tienda de electrodomésticos, pero eso no cuenta. Empecé a escribir en una
libreta verde, pero ahí está. Me visitaron una vez. Lo pasamos bien. Se rompió el mango de la ducha y lo
arreglaron. Me dolió la espalda. No he pasado frío ni tampoco calor. Compre
unos billetes para ir a Nueva York pero yo no los usé. No encuentro solución para
Septiembre. He probado el café por imposición de Giulia y no me ha gustado. Me
he bañado en unas termas romanas. He hecho tantas cosas que he perdido la
cuenta.
Recuerdo que traje unos espejos de España y los puse detrás
de la puerta. Rompí los anteriores. Espero que fueran de plástico. Aprendí un
poco de danés, aunque solo sepa una decir una frase. Un chico me dijo que “nada es
tan malo como nosotros pensamos”. Me lo dijo en alemán y sin conocerme de nada.
Tenía razón.
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