Páginas

23 junio 2014

Focus



No sé cómo explicar lo que sentí cuando ocurrió aquel accidente en el que ese tren atropellaba a un hombre. No tuve tiempo ni para pararme, y para mirar menos aún. Tenía que hacer transbordo y por poco perdía el siguiente tren. Dos minutos fueron suficientes para mirar a los paneles (intentando obviar al muerto), subir por las escaleras mecánicas por el lado izquierdo (el que estaba libre de viajeros), buscar el camino que me llevara a la vía (que estaba a justo al lado derecho del final de las escaleras) y bajar por el ascensor para llegar al andén correcto (para optimizar el tiempo). Quedaban pocos segundos para que mi tren saliera de la estación de cercanías y se me escapó.

Busqué un asiento, me puse a leer el periódico, encendí el reproductor de música, y seleccioné una obra cualquiera de Richard Strauss. Ese ejemplar gratuito lo devoré en menos cinco minutos porque nada mas que hablaba sobre temas banales que solo son importantes para la gente normal. Las ambulancias se habían ido, pero la densidad del ambiente tenía un espesor fuera de lo común. Mire al frente: justo a un punto opuesto al suceso. Dejé de ver a los otros viajeros con maletas. Las papeleras y los bancos se fundieron en un tono blanco sucio junto con el quiosco de bocadillos recién hechos. Todo era transparente en mi cabeza. El desenfoque duró más de treinta minutos. En ese tiempo se sentó una anciana en mi lado derecho. Por el izquierdo pasaron una joven que parecía ir al instituto y una madre con un carricoche con la tela de color fucsia. Supuse que lo que había dentro era una niña. Quien me viera bien podría pensar que yo estaba extasiado en ese punto de fuga.

Estaba en trance. Mi retina no se había desprendido del esfuerzo. Nunca me pasa en estas situaciones. La manera que tengo de borrar las dificultades o lo malo que pasa a mi alrededor conlleva a la pérdida de conciencia y a la restauración de algunas neuronas. Ese proceso lleva tiempo y no me importa en qué lugar suceda porque es algo que me resulta inevitable. Tras más de dos décadas entrenando el control del funcionamiento de mi mente y de mi cuerpo no he conseguido pulir la elección de las coordenadas temporales y espaciales. Otros miembros de la asociación lo consiguen con poco esfuerzo pero no destruyen sus malos momentos al 100%, tal y como yo hago.

Todo seguía igual. Para mí pasaba todo a como si fuera una película en un modo de reproducción 8x. Se mantuvo así hasta que el bebé empezó a llorar. Fue cuando por primera vez pude ver, escuchar y sentir la muerte de ese hombre en la estación de tren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario