Esa
mujer está mal. Camina con un bastón que tiene flores de color violeta
estampadas sobre un fondo blanco. La empuñadura es negra y ella no tiene
problemas para sostenerse. Pero lleva el bastón. Será un amuleto. Será un arma.
Esa mujer tiene el pelo teñido de blanco cuando en realidad su melena es aún
castaña. Creo que quiere ser “transgresora”. Es decir, quiere diferenciarse
siendo más vieja de lo que es, más impedida de lo que está.
Tiene
la manía de caminar únicamente por el lado izquierdo cuando forma parte de un
grupo de personas. Ella tiene que ser la que esté en ese lado. Si alguien no
conoce tal costumbre poco común, mueve al individuo en cuestión, que esté en esa
posición, y coloca su propio cuerpo. Ahí. Su bastón también está al lado
izquierdo. ¿Cómo iba a ser de otra manera? Cuando camina con una sola persona
también tiene que estar en esa posición. En el lado izquierdo. Nadie le
pregunta por qué lleva ese palo de plástico que compran muchas ancianas para evitar resbalarse. Nadie le pregunta que por qué lleva esas ropas tan anchas, esos
vestidos tan llenos de estampados con flores pequeñitas. Tampoco nadie la mira
mal cuando pasea a su perro en un carricoche para bebés.
Lleva
tacones y un bastón. No puedo parar de pensar por qué va así. Entre los
estudiantes cada vez cobra más fuerza la hipótesis de que en el interior del
cilindro esconde un objeto punzante. Esa mujer está mal, decía. Siempre llega sube las escaleras para llegar a los departamentos de la tercera planta. Nunca usa el
ascensor. Siempre come de su caja de plástico transparente y amarillenta. Ahí
mantiene más o menos fresca su ensalada: dos tomates partidos en cuatro trozos,
un huevo duro entero, siete olivas verdes (rellenas de pimiento rojo) y un par
de hojas de lechuga. Solo un par.
Eso
es lo que come. Así es como va a las tutorías de los profesores. Así es como se
pasea por la universidad. Solo sabemos eso. Simplemente porque es lo que vemos.
Dicen que en su casa se quita los tacones, va en chanclas y se apoya en un
bastón bañado en oro, que la cortina de su ducha es transparente y que en el
frigorífico guarda toda su comida preparada en raciones individuales. También
dicen que siempre tiene siete ensaladas listas para comer. Yo no me explico cómo
no se le pudren. Si hiciera eso, las lechugas tomarían un color marrón.
Esa
mujer sabe lo que hace, pero nadie le pregunta. Hay que tener cuidado con su
arma. Supuestamente, también hay que tener cuidado con sus florecitas.
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