El viernes perdí las llaves de mi coche y
también las de mi apartamento. Iban en la misma anilla. Eso ocurrió por la
mañana, pero por la tarde perdí la tarjeta de crédito. Y también perdí el
monedero que la protegía. El sábado se me olvidó el móvil en la cafetería de enfrente
del hotel en el que me hospedaba desde el día anterior. Cuando me di cuenta, a
las cuatro horas, volví y me dijeron los encargados que no habían visto ningún
móvil sobre ninguna de las mesas. Aún me quedaban 40 euros en el bolsillo.
Gasté tres para poder conectarme al internet del hotel durante media hora.
Alguien había hackeado mi cuenta de correo electrónico y la de Facebook. No
podía contactar con nadie. Ya tenía dolor de cabeza. Me mareaba. Tenía 37 euros
y por cada noche tenía que pagar 35. No iba a poder estar más tiempo en esa
habitación. En el minibar había una tableta de chocolate blanco, dos botellas
pequeñas de whisky, un bote de olivas rellenas de anchoa, dos bebidas
energéticas, y tres refrescos. Todos esos artículos costaban más de dos euros.
Por el más barato tenía que pagar cuatro.
Encendí
la televisión. Me tapé con las sábanas blancas y duras. Doblé la almohada en
dos. Mi cabeza se encontraba en una altura mayor que la mis pies. Cambié de canal
varias veces: un videoclip de música sueca, cómo preparar una receta de cocina
española, un documental sobre la caída del muro de Berlín y las noticias en
checo. Tenía frío y me tapé con la colcha a conjunto con las cortinas. El color
violeta estaba estampado en unas flores bordadas a máquina. Dormí con la televisión
encendida. El techo chocó con el suelo. Una pared se pegó a la otra. La
ventana con cierre de seguridad estaba abierta y fuera había un zorro sin
ojos. Yo llevaba la misma ropa que el
viernes (y el sábado) y todos mis objetos perdidos estaban repartidos por mis
bolsillos. Recuperé, además, el mechero rojo que olvidé en el jardín de detrás de la
casa de mis abuelos, el pasaporte que me robaron en Milán, los auriculares que
olvidé en el tren y las llaves del candado de mi primer diario. También me
devolvieron arreglado el disco duro en el que guardaba todas mis fotos hasta el
año 2006.
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