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16 diciembre 2013

Compensación y reposición


El viernes perdí las llaves de mi coche y también las de mi apartamento. Iban en la misma anilla. Eso ocurrió por la mañana, pero por la tarde perdí la tarjeta de crédito. Y también perdí el monedero que la protegía. El sábado se me olvidó el móvil en la cafetería de enfrente del hotel en el que me hospedaba desde el día anterior. Cuando me di cuenta, a las cuatro horas, volví y me dijeron los encargados que no habían visto ningún móvil sobre ninguna de las mesas. Aún me quedaban 40 euros en el bolsillo. Gasté tres para poder conectarme al internet del hotel durante media hora. Alguien había hackeado mi cuenta de correo electrónico y la de Facebook. No podía contactar con nadie. Ya tenía dolor de cabeza. Me mareaba. Tenía 37 euros y por cada noche tenía que pagar 35. No iba a poder estar más tiempo en esa habitación. En el minibar había una tableta de chocolate blanco, dos botellas pequeñas de whisky, un bote de olivas rellenas de anchoa, dos bebidas energéticas, y tres refrescos. Todos esos artículos costaban más de dos euros. Por el más barato tenía que pagar cuatro.

Encendí la televisión. Me tapé con las sábanas blancas y duras. Doblé la almohada en dos. Mi cabeza se encontraba en una altura mayor que la mis pies. Cambié de canal varias veces: un videoclip de música sueca, cómo preparar una receta de cocina española, un documental sobre la caída del muro de Berlín y las noticias en checo. Tenía frío y me tapé con la colcha a conjunto con las cortinas. El color violeta estaba estampado en unas flores bordadas a máquina. Dormí con la televisión encendida. El techo chocó con el suelo. Una pared se pegó a la otra. La ventana con cierre de seguridad estaba abierta y fuera había un zorro sin ojos. Yo llevaba la misma ropa que el viernes (y el sábado) y todos mis objetos perdidos estaban repartidos por mis bolsillos. Recuperé, además, el mechero rojo que olvidé en el jardín de detrás de la casa de mis abuelos, el pasaporte que me robaron en Milán, los auriculares que olvidé en el tren y las llaves del candado de mi primer diario. También me devolvieron arreglado el disco duro en el que guardaba todas mis fotos hasta el año 2006.

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