Envejecerás con
ella. Habrás vivido sentado y disfrutando de la brisa del ventilador. Yo habré
trabajado en esa fábrica de telas. La tapicería de tu sofá es mía. El tejido de
tu bata, la de pirineos, es de cuando preparaba material para ropa. La rafia
fue de lo último que trabajé. A la del tinte azul de tu maleta le di color el 2
de mayo de 2010. Cuando ya estabas jubilado, dos años antes que yo, y querías
viajar más. Tenías nietos y en septiembre llegó tu primer bisnieto. Yo seguí
trabajando hasta julio de 2012. Ese agosto fueron mis primeras vacaciones. Tu
habías visitado Asia entera y yo tan solo había ido a Galicia un verano durante
3 días, para poder ver cómo dejaba una fábrica de lana su maquinaria en reposo.
De eso hace más de treinta años.
Me mandabas cartas.
Cuando te enteraste de que tenía teléfono fijo en la casa de mis padres, me
felicitabas los cumpleaños con tu voz. Me compraste mi primer móvil para poder
mandarme mensajes de texto durante tus viajes en el extranjero. Me hice una
cuenta de correo electrónico y cada semana te escribía qué tal me iba y te
preguntaba por la familia y cómo te iba en la nueva comisaría. Supongo que el
cansancio de tu vida tan repleta no te dejaba tiempo para responder a lo que te
decía. Escribir un email era gratis, podías borrarlo sin leerlo y yo jamás me
enteraría.
[Supongo demasiado]
De mí se podrá decir
que solamente vivía para controlar las pinzas de los brazos metálicos y
aporrear los botones de esa fábrica. No tuve descanso. Ni cuando estaba en la
oficina podía tomarme un café. Había perdido las ganas por todo. Eso ocurrió ya
a las pocas semanas de que me contrataran como aprendiz. Nunca estuve a gusto.
Me absorbió el recambio constante de aceite, el manejo de los controles, testar
el material y ser la representante. Todo era insoportable. Desde que entré a
los 17 años, nada más que quería jubilarme. Pero no había otro sitio donde
trabajar. No había estudiado. Tú te fuiste y llegaste a la universidad.
Terminaste la carrera en 5 años. Mientras tanto, yo ya llevaba más de 7 años
cambiando el combustible con una mascarilla en la boca.
Solamente sé de telas,
y dicen ahora que los chinos echan líquidos (que no afectan a la salud) sobre
planchas metálicas y florecen las tapicerías dejándolas al sol. Necesitan
nuestro clima. A mí me gustaría importar esa forma de crear bobinas de género,
pero ya no trabajo.
[Gracias a Dios]
Ahora voy al parque
sola. Camino por la tierra y sobre los adoquines. El médico me recomienda que
no esté tanto tiempo de pie sin bastón. A mí me da igual, yo todavía puedo
andar. Tengo más de 84 años y aún tecleo.