[Desde
la ventana del tren veo a un anciano que intenta entrar en un ascensor]. No es
capaz de darle al botón porque la maleta lo desequilibra. Sube el ascensor. Se
abre la puerta. Ya lleva un buen rato dentro del minúsculo espacio a oscuras.
No atina con el botón que lleva al subsuelo. Pasan varios minutos y
empieza a dar vueltas. Parece un juguete que gira al que le acaban de dar
cuerda.
***
El
14 de enero, a las siete y media de la mañana, un hombre con una camisa de
manga corta azul entra por casualidad en el ascensor, justo cuando un anciano
empieza a dar golpes contra el cristal que da a las vías. [Me dan ganas de
hacer gestos a mí también por el cristal]. Ya camina por el paso subterráneo y
sube (con el hombre de la camisa de manga corta azul) en el ascensor paralelo,
con sentido inverso al primero. [El anciano entra en mi tren]. [Entra por la
puerta contraria del vagón por la que he pasado]. [Se sienta en los dos
asientos enfrentados que tengo delante]. Tiene las uñas un poco largas y lleva
un chaquetón de color claro, un chaleco verde y una camisa de cuadros. Además
de la maleta de cuatro ruedas y de carcasa dura, perfecta para aeropuertos,
acarrea con un macuto de viaje azul, de los que hace mas de veinte años
regalaban en las agencias de viajes. Lleva un reloj que parece ser de marca y
un pantalón de vestir de un tono verde claro. Sus gafas son metálicas, de pata
fina y el poco pelo que tiene es de color blanco. Durante el trayecto sus
piernas vibran. El revisor llega.
—Buenos
días, los billetes.
[Mi cartoncillo gris lo tengo raramente colocado en una de las rajas de mi pantalón vaquero roto]. El señor de enfrente lo guarda mejor, en un sobre doblado de una agencia de viajes y le dice al revisor que si con el billete de cercanías puede llegar a Ávila. Luego se bajará en Oviedo. [Le queda viaje para rato y ya en la primera parada gruñe indescifrablemente ante la llegada de jóvenes con mochila que topan con su maleta de plástico mal colocada en el pasillo]. Quiere cruzar media España cabreado. [Quiere que los pasajeros pensemos que solo ha pagado 3 euros y sesenta céntimos por un trayecto de cientos de kilómetros]. Este señor de joven era un poco cascarrabias. Cierra los ojos. Parece que se duerme. [Siente los míos que lo miran desde una distancia de menos de un metro y medio]. Rebuzna un poco. Los abre y espera que me baje cuanto antes. Lo dibuja marcando círculos con la uña del dedo índice derecho sobre su pantalón.
*Ahora son las 23:04 en Camberra (Australia). Goodnight!