Meto las botas de lona en el
charco. Tengo prisa siempre y no miro al suelo. Tengo el pie derecho mojado,
pero debo seguir y no puedo secarlo con nada. Piso el asfalto. Llevo cuidado
con los bordillos de la acera. Piso. Camino. Procuro no meter la punta del
zapato en ninguna alcantarilla. Me encanta el ruido de las hojas de otoño
cuando crujen cuando paso sobre ellas. [Crack]
Abro la puerta y chirría. Me siento en la silla que
gira y me tortura la espalda. Miro. No parpadeo ni quito la vista de la
pantalla. Bajo el brillo porque si no me quedo ciega. Me he equivocado en una
letra y miro al teclado. Tengo que mirar. El flexo ilumina la parte izquierda
de mi escritorio, creo que me deja ciega también. Es azul y tiene un trazo de
pintura magenta, de cuando pinté unos cartones para el colegio. Vamos, que está
hecho un desastre y
se sostiene gracias a varias porciones de fixo.
Así evito que la parte metálica donde se enrosca la bombilla gire. La mía
siempre está apagada aunque dé luz. Sigo mirando a la pantalla y es aburrido. Doblo
mi pierna derecha, la que estaba mojada, y me doy cuenta de que el calcetín
está ya seco. [Crack]
Llaman a la puerta. No me dejan
en paz. Me llaman al móvil. No, aún no he preparado la maleta ni sé a qué hora
voy a llegar. Me escriben un correo y contesto. Algunas hormigas se pasean por
mi pierna doblada. Caminan desde los dedos hasta la articulación de la rodilla.
Estoy repleta de esos insectos. Existen castas entre los individuos que
componen el grupo. Y acabo de localizar al líder que organiza los movimientos. “¡Ataquemos!”,
grita la hormiga jefe. Habla bajito pero la escucho. Oigo lo que dicen mientras
sigo pensando dónde dejé la bolsa de la tienda de cómics en la que guardo la
ropa sucia. Ellas, las hormigas, hacen su trabajo y yo las dejo. Que no se diga
que no se entretienen ni que no pueden taladrar mi pierna tranquilamente. Se organizan
y me convencen para que me una a su misión de colonizarme. Mantengo la pierna
doblada, tal y como ellas quieren. Doblo la otra y me siento como un indio. Ahora
mis extremidades inferiores duermen. Tecleo y levito gracias a los insectos. [Crack]
Mi zapato derecho está mojado,
decía. Mi calcetín también.
*Ahora son las 23:31 en Bielefeld (Alemania). Gute Nacht!