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27 septiembre 2012

Hemisferios

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas




–Es un buen sofá –dije.
–Pues pensaba comprar otro. Este está ya viejo y cochambroso.
–A mí me gusta este.
–Vale. De acuerdo –dijo.
Acompañando a la voz de Bing Crosby, canté Danny Boy.
–¿Te gusta esta canción?
–Sí, mucho –dije–. En primaria gané el primer premio de un concurso de armónica tocando esta melodía. Me dieron una docena de lápices. Hacer tiempo, era muy bueno con la armónica.
Se rió.
–¡Qué extraña es la vida!
–Sí, es extraña –dije.
Ella volvió a poner Danny Boy y yo volví a cantarla siguiendo la música. La segunda vez que la canté, me entristecí.
–¿Me escribirás cuando te vayas? –me preguntó.
–Te escribiré –respondí–. Si puedo echar las cartas al correo, claro.
Nos partimos, mitad y mitad, el vino que quedaba en la botella y nos lo bebimos.
–¿Qué hora es? –pregunté.
–Medianoche –respondió. 
 ***
Haruki Murakami (Kioto, 1949)



*Ahora son las 23:48AM en Yakarta (Indonesia). Baik malam!

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